El trabajo de perforación, efectuado por hombres adultos o por jóvenes vigorosos, de 16 años o mucho más, es igualmente una tarea muy fatigosa. En Escocia, llega hasta las 14 horas, y frecuentemente se duplica la día, de suerte que todos los obreros son obligados a trabajar 24 h, en ocasiones incluso 36 horas de un tirón. La mayoria de las veces no hay hora fija para las comidas, de modo que los obreros comen cuando tienen apetito y tiempo para esto.
Una vivienda inhabitable, sucia, apenas bastante para servir de abrigo nocturno, raramente con calefacción, mal amueblada, y donde con frecuencia penetra la lluvia, una atmósfera asfixiante en una habitación con muchas personas, no dejan la menor vida de familia. El marido trabaja todo el día, así como la mujer y quizás los hijos mayores, todos en sitios distintas, y sólo se ven por la mañana y por la noche y hay además de esto la tentación continua del aguardiente; ¿dónde habría lugar para la vida de familia? Y sin embargo, el obrero no puede escapar a la familia, él debe vivir en familia; de esto resultan querellas y desacuerdos familiares perpetuos, cuyo efecto es extremadamente desmoralizador, tanto para los esposos para los niños. El descuido de todos y cada uno de los deberes familiares, los niños dejados al abandono, es solo recurrente entre los trabajadores ingleses y las instituciones sociales recientes son en buena medida la causa de esto. ¿Y se quisiera que niños criados como salvajes en ese medioambiente donde mayor es la inmoralidad y donde con frecuencia los progenitores participan en esa inmoralidad, se quisiera que estuviesen dotados no obstante de frágiles conciencias morales? Las exigencias que el burgués satisfecho formula al obrero son realmente bastante ingenuas.
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Las escrófulas son casi una regla general entre los trabajadores, y los padres escrofulosos tienen hijos escrofulosos, sobre todo si la causa principal de la enfermedad obra por su parte sobre pequeños, que la herencia predispone a ese mal. Una segunda consecuencia de esa insuficiencia alimenticia durante la capacitación es el raquitismo , muy extendido también entre los niños de los trabajadores. La osificación es diferida, todo el avance del esqueleto retrasado, y además de las dolencias raquíticas comunes, se comprueba con bastante frecuencia la deformación de las piernas y la escoliosis de la columna vertebral. Desde luego, no tengo necesidad de decir hasta qué punto todos esos males son agravados por las vicisitudes a las que las fluctuaciones del comercio, el paro obligatorio y el poco salario de los periodos de crisis exponen a los obreros. La sepa temporal de una alimentación suficiente, que cada trabajador experimenta al menos una vez en su historia, no hace mucho más que contribuir a agudizar las secuelas que entraña una mala nutrición, desde luego, pero que por lo menos era bastante. Los pequeños que, en el instante exacto en que les es mucho más precisa la nutrición, pueden matar el hambre únicamente a medias (y sabe Dios cuántos de ellos hay en todos y cada crisis, e inclusive durante los periodos económicos más florecientes), llegarán a ser fatalmente en enorme proporción, niños débiles, escrofulosos y esmirriados.
¿Qué otro recurso le queda a esas personas cuando no encuentran trabajo y no quieren sublevarse contra la sociedad, sino más bien mendigar? No es para asombrarse el ver esa muchedumbre de mendigos que la policía ordena circular constantemente y que en su mayor parte son hombres capaces para el trabajo. Ellos merodean de ordinario en compañía de su familia, cantan en las calles algún romance popular, o apelan a la caridad de los transeúntes con un pequeño discurso. Y es notable de qué forma se encuentran esos mendigos únicamente en los barrios obreros y visto que sólo viven merced a las dádivas que reciben casi exclusivamente de los obreros. O también, toda la familia se instala silenciosamente al filo de una calle animada y deja —sin decir palabra— que el solo aspecto de su indigencia surta su efecto. En un caso así asimismo ellos no cuentan sino más bien con la benevolencia de los obreros, que saben, por experiencia propia, lo que es el apetito y que en cualquier momento tienen la posibilidad de hallarse en exactamente la misma situación.
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No obstante, en muchos lugares esa recogida está rigurosamente prohibida, porque la administración de calles no podría vender como abono todo el estiércol de la región, ya que ya este no contiene la proporción congruente de estiércol de caballo. Dichosos los que, entre los “superfluos”, pueden hacerse de una carretilla y tienen la posibilidad de de esta forma llevar a cabo algunos acarreos, y más dichosos aún los que consiguen reunir suficiente dinero para comprar un asno con su carro; el asno debe buscar por sí solo su alimento o recibir por pitanza algunas sobras complicadas aquí y allí, y pese a todo puede reportar algún dinero. La rápida expansión de la industria demandaba brazos; el salario aumentó por consecuencia, y conjuntos compactos de trabajadores que proceden de las zonas agrícolas emigraron hacia las ciudades.
El obrero no posee la capacitación racional que ha creado tan sensiblemente las disposiciones ególatras del burgués inglés, que hizo del egoísmo su pasión dominante, y ha concentrado todo su poder afectivo únicamente sobre la avaricia; en cambio, sus pasiones son tan fuertes y capaces como las de los extranjeros. Si, como vimos, el obrero por el momento no puede sacar beneficio de sus cualidades humanas sino más bien oponiéndose al conjunto de sus condiciones de vida, es natural que sea exactamente en esa oposición que los obreros se muestren más benevolentes, más nobles, mucho más humanos. Observaremos que todas y cada una de las fuerzas, todas las actividades de los obreros se orientan hacia ese único fin y que aun los sacrificios que hacen por adquirir además de esto una formación humana se hallan todos en relación directa con el mismo. Por consecuencia, los actos de hostilidad mucho más violentos cometidos por los obreros contra la burguesía y sus criados no son más que la expresión abierta, y no disfrazada, de lo que la burguesía aplica oculta y pérfidamente a los obreros. Con la misma crueldad, pero de una forma un tanto menos directa, las costureras son generalmente explotadas en Londres.
Sin embargo, esas asociaciones jamás subsistieron por mucho tiempo y sólo raramente llegaron a constituirse, por el hecho de que solamente una agitación general excepcional es capaz de hacer viable y eficaz tal asociación. Los niños que habían asistido a academias dominicales durante años no podían detectar las letras del alfabeto, y en todo el distrito, no solamente la capacitación intelectual, sino también la capacitación ética y religiosa, se hallaban a un nivel muy bajo. En su mayoría muchachas, son llamados a la misma hora a la factoría, habitualmente en medio de la noche y, como sus padres no pueden saber cuánto tiempo son precisos en la factoría, tienen la mejor ocasión de establecer relaciones poco recomendables y de vagabundear juntos después del trabajo.
Se ve lo que hace la burguesía y el estado por la educación y la instrucción de la clase trabajadora. Por fortuna, las condiciones en que esa clase vive le dan una cultura práctica que no solamente sustituye el fárrago escolar, sino que anula los efectos perniciosos de las ideas religiosas confusas de que está compuesto, y que aun sitúa a los trabajadores a la cabeza del movimiento nacional en Inglaterra. La pobreza enseña al hombre a defenderse, y lo que es más importante, a meditar y a obrar. El trabajador inglés que sabe solamente leer y todavía menos escribir, sabe realmente bien sin embargo cuál es su propio interés y el de toda la nación; sabe asimismo cuál es el interés muy particular de la burguesía, y lo que está en su derecho a esperar de esa burguesía.
Allí asimismo hay protestas sobre la falta de oxígeno, exceso de polvo, de humo de pólvora, de ácido carbónico y de gas sulfuroso en las galerías. Por esa razón los mineros, como los de Cornwall, son de pequeña estatura y, desde la edad de 30 años sufren casi todos de afecciones pulmonares que acaban por degenerar en verídica tuberculosis, especialmente si continúan haciendo un trabajo —lo cual es la mayoria de las veces la situacion, y de ahí una disminución clarísima del promedio de vida de aquellas personas. Si los jóvenes mineros de esta zona viven un poco mucho más de tiempo que los de Cornwall hay que al hecho de que no empiezan a descender al fondo sino a los 18 años, en tanto que en Cornwall, como hemos visto, se empieza a los 12 años. No obstante, aquí también, la mayor parte de los mineros mueren entre los 40 y los 50 años. De 79 mineros cuyo deceso estaba consignado en el registro público del distrito, y que habían fallecido por término medio a los 45 años, 37 fallecieron de tuberculosis y 6 de asma. En las localidades de los aledaños —Allendale, Stanhope, y Middleton— la longevidad alcanzó respectivamente 49, 48 y 47 años por término medio, y los decesos debidos a las afecciones pulmonares representaron respectivamente el 48; 54 y 56% del total.
El telar mecánico ha conquistado sucesivamente todos los ámbitos del tejido manual y, como produce considerablemente más que el telar de mano y un solo obrero puede atender 2 telares mecánicos, aquí también numerosos trabajadores quedaron parados. Y en todas y cada una de las industrias, en el hilado del lino y de la lana, en el tramado de la seda, es la misma cosa; el telar mecánico empieza aun a conquistar ciertos campos del tejido de la lana y del lino; únicamente en Rochdale hay mucho más telares mecánicos que manuales en el tejido de la franela y otros paños. La respuesta frecuente de la burguesía es que los perfeccionamientos introducidos en las máquinas, al achicar los costos de producción, hacen que sean más económicos los productos acabados, y que merced a la baja del precio aumenta el consumo, tal es así que los trabajadores parados pronto encuentran empleo en las fábricas que se crean. Por supuesto, la burguesía lleva razón al afirmar que, en algunas condiciones convenientes al desarrollo industrial, toda baja del precio de una mercancía, cuya materia prima cuesta poco, aumenta bastante el consumo y hace que se creen nuevas fábricas; pero además de esto, todas las demás expresiones en esa afirmación son patrañas. Otro aspecto que ha ejercido una influencia esencial sobre el carácter de los obreros ingleses es la inmigración irlandesa, de la que ya hemos tratado en igual sentido. Es verdad que exactamente la misma, como vemos, de una parte ha degradado a los trabajadores ingleses, privándolos de los resultados positivos de la civilización y agudizando su situación, pero por otro lado ha contribuido a ensanchar la brecha entre trabajadores y burguesía, y acelerar de este modo el acercamiento de la crisis.
Las Demás Ramas Industriales
Para hacer este ritual con el que localizar el amor precisarás una vela rosa, miel, canela en polvo y la foto de la persona a la que quieres atraer. A continuación, vas a deber colocar la foto en una superficie plana, diseminar la canela formando un círculo a su alrededor y untar la miel en la vela rosa sin apagar la mecha mientras visualizas tu propósito. En el momento en que la vela se haya consumido (no elijas una de gran tamaño) debes sepultar los restos en un jardín o en una maceta. De nada nos sirve tener una magnífica economía o haber encontrado el amor verdadero, que si no gozamos de buena salud no podremos disfrutar de nada. Pertence a los rituales más tradicionales de la Noche de San Juan, si bien no por este motivo menos efectivo.
Él demuestra que cada aparición de la epidemia de tifus, tanto en Escocia como en Irlanda, tiene por causa un periodo de privaciones —crisis económica o mala cosecha— y que es casi de forma exclusiva la clase trabajadora quien aguanta la crueldad del azote. Es destacable que, según sus manifestaciones, la mayoría de los humanos que ceden al tifus sean progenitores de familia, o sea, precisamente esos más indispensables a los suyos; él cita a múltiples médicos irlandeses cuyas críticas concuerdan con las suyas. Las ciudades que circundan a Manchester difieren poco de la ciudad central en lo que concierne a los barrios obreros, salvo que en esas ciudades los obreros representan, si ello es viable, una fracción más importante todavía de la población. [newline]Las ciudades en sí están mal y también irregularmente construidas, con patios sucios, vías estrechas y callejuelas traseras repletas de humo de carbón.